Balzac es lo que es; pero la veintena de sus novelas que intentan resucitar la atmósfera social de la Restauración no consiguen la claridad de la evocación conseguida en la 500 páginas de Rojo y negro (y también en Armancia y Lamiel); allí está todo: los móviles, los impulsos y las resistencias, la riqueza cultural, los cambios de rumbo, los chirridos, el sentimiento auroral, la “couleur du temps” de aquel cruce vital de la historia francesa. Las demás obras o memorias del mismo periodo son sólo una confirmación (¡pero qué pálida!) de las milagrosas intuiciones de Stendhal.
La misma intuición toma forma en la Cartuja, a través de la cual el período anterior al Risorgimento italiano es evocado con una tierna ironía; la Cartuja aún es (junto a la correspondencia de Byron y las iluminaciones de las novelas de Madame de Staël) el testimonio más importante de aquella época crucial y (estéticamente) ignorada. […]
Rome, Naples et Florence no es solamente la primera obra de la madurez del particular talento de Stendhal, sino una de sus obras más características y significativas.
Es bastante difícil definirla; tal vez podría sugerirse un subtítulo: Etudes sur les différents conceptions du bonheur à Milan, Bologne, Florence, Venise, Rome et Naples. Stendhal no se desplaza más al sur porque, como él dice, “después de Nápoles está el imperio de los turcos y termina Italia”.
(Extraído de Letteratura francese, dentro Tomasi de Lampedusa, Opere, Mondadori, 2002)
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