Céleste Albaret era una mujer criada en el campo que fue a vivir a Paris en 1913, recién casada. Tenía 21 años. Fue entonces cuando Marcel Proust la contrató, primero como una criada más, pero poco a poco Céleste se involucró en la vida i la escritura de Proust y llegó a ser su secretaria, su enfermera, su madre, su amiga y su inseparable gobernanta hasta su muerte, en 1922. Nueve años que la mujer le sirvió con paciencia y una gran delicadeza, hasta llegar a ser imprescindible en la vida y la obra del escritor francés. Proust murió de neumonía a los 51 años y Céleste, que nunca quiso heredar nada, se retiró y tuvo otros oficios pasando desapercibida. Hasta que cincuenta años más tarde una editorial francesa la animó a publicar sus memorias.
La escritora de novela gráfica, Chloé Cruchaudet, relata la relación de estos dos personajes mediante dibujos a la acuarela y textos breves que van desgranando la historia. Un libro delicado, como delicada fue su relación, que ayuda a entender al escritor y a su amiga de una manera sencilla. Publicado en cartoné, sus 250 páginas pasan volando, ya que se lee como un cómic. Pero una vez leído vale la pena tenerlo cerca para repasar de vez en cuando los maravillosos dibujos. Puede que no descubra nada nuevo a los adictos a Proust, pero es ideal para los que nunca se han atrevido a leerlo. Y es, eso seguro, una pequeña obra de arte.
Isabel Olesti